El último catón



El último Catón de Matilde Asensi

Reseña


La hermana Octavia Salina, paleógrafa destacada del Vaticano, recibe el encargo de descifrar los tatuajes del cadáver de un etíope.  Sin imaginar que sus descubrimiento la llevarán a embarcarse en una aventura no imaginada, la monja, acompañada de un oficial de la guardia suiza y un arqueólogo egipcio iniciará un periplo sumamente riesgoso por siete ciudades de Europa y Asia para averiguar sobre el paradero de la auténtica Cruz de Cristo y la identidad del último Catón.

Comentario

A pesa de la comparación que algunos críticos hacen de esta novela con el Código Davinci, el comienzo de su lectura nos habla de una trama más compleja y una lectura más reflexiva que ligera. La hermana Octavia dista mucho de ser una heroína inmune a los sufrimientos, por el contrario descifrar las claves del enigma y atravesar las pruebas del acertijo se convierten no sólo en un rito de iniciación religiosa, sino también en un proceso de redescubrirse a sí misma. Una anagnórisis que, a pesar de estar narrada en primera persona, no llega a tener ribetes dramáticos que lleguen a conmover al lector.  El mismo tratamiento se mantiene en los otros dos personajes y en su relación amorosa con el arqueólogo.
Octavia presume de su inteligencia y mantiene en cubierta una candidez y espontaneidad que, cuando aflora, no puede controlar. Su vida en el Vaticano ha sido dispuesta por su madre que pretende para ella posicionamiento y notoriedad.
Sin embargo, El último Catón no es una novela intimista, sino un thriller histórico-religioso, en el que la autora realiza una investigación muy minuciosa sobre religiones y  hace un meritorio despliegue escénico con  siete ciudades que se corresponden con los siete pecados capitales.  Expiación  que se lleva a cabo siguiendo los pasos de Dante por el Purgatorio de la Divina Comedia.
Esta sobredosis de información  ralentiza el ritmo de la narración y desvía la atención  del lector.
Para los lectores que se inclinan por el thriller, les advierto El último Catón peca más por erudita que por adictiva.

Opinión   


Trailer

Irene Nemirovsky                                                 Pedro Feijoo

      








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